Filósofo alemán, es el padre del pesimiso en el pensamiento occiental. Su obra está profundamente influida por las obras orientalistas del budismo y por Immanuel Kant. Su libro más importante es El mundo como voluntad y representación en donde está expuesto todo su pensamiento.
En pocas palabras, Schopenhauer dice que «el delito mayor del hombre es haber nacido». Él afirma que la sustancia básica de todo cuanto existe es la voluntad, que manifiesta en el mundo y en el universo como la "voluntad de vivir". Esto significa que la voluntad, siendo irracional busca expandirse a través de todo el ser sin ser limitada, la volición es la actitud básica.  La vida no es otra cosa que una forma en que la voluntad busca expandirese a través de la naturaleza.

Todas las cosas que se aparecen en la multiplicidad de la existencia concreta son una simple objetiviación o representación de la voluntad, en donde el hombre no es exepción. Mas es en él  en donde la presencia de la voluntad causa el dolor: el hombre, conscinete de sí mismo a la vez que ser finito y limitado por sus condiciones, no puede nunca llegar a realizar la expansión que la voluntad irracional le exige para satisfacerse a sí misma, es el deseo la causa del dolor, pues siendo el hombre consciente de sí mismo y de sus objetivos, nuca acabará de realizar y afirmar lo que la voluntad le exige por su naturaleza misma, pues lo que ella quiere es inconcreto, indeterminable, solo es deseo bruto, sin dirección racional. Para Schopenhauer el hombre es un creador a medias, pues nunca acabará realmente de terminar con su aspiración mayor: volverse el ser todo. Esto se explica porque estando presente en el hombre una voluntad consciente de sí misma, aspira por su esencia misma a trascender esa pequeñez que le resulta el hombre, pero esto es imposible porque la voluntad no apunta a nada concreto simplemente quiere moverse infinitamente, pues es un cúmulo de fuerza irracional, es esta la contradicción de que lo infinito está en lo finito. La voluntad de vivir no es más que el deseo de trascender todo cuanto existe, un ir más allá de todo, superarse a sí mismo, trascender la muerte, pero como se ha dicho, el hombre es limitación, incapacidad de las cimas más altas. Sin embargo, aquí está la idea de que finalmente eso que se considera como lo inmortal del hombre no es algo que le venga como individuo, sino que esa voluntad que vuelve al mundo a través de la vida de otras personas es lo imperecedero.

Schopenhauer piensa que esa verdad ya ha sido descubierta por los pensadore budistas y que está revelada en las Cuatro Verdades Nobles del Budismo. El Nirvana no es otra cosa que el lugar en donde la consciencia del hombre se despoja de su impulso de voluntad para permanecer en la paz y pasividad total: este es el nihilismo ético que recomienda nuestro autor para lograr una vida cómoda.

«Entre el deseo y la su realización transcurre la vida humana. El deseo es, por naturaleza, sufrimiento, saber que falta algo necesario. La satisfacción engendra pronto la saciedad: la finalidad era ilusoria, la posesión le despoja pronto de su atractivo. El deseo renace bajo una nueva forma, si no sobreviene el asco, el vacío, el tedio, enemigos aún peores que la necesidad. Cuando el deseo y la satisfacción se suceden a intervalos que no son ni demasiado largos ni excesivamente cortos, el sufrimiento, resultado común de ambos, desciende hasta el mínimo: es la vida feliz». Esto dice Schopenhauer.

Por otra parte, nuestro autor nos dice en qué formas se puede liberar uno del sufrimiento que implica la vida, como el mismo dice: «lo mejor que le puede pasar al hombre es no ser, lo segundo mejor es la muerte». Lo único que puede liberarnos del dolor de la vida es liberarnos de la existencia: la muerte. Ella finaliza con la consciencia individual en el hombre y con ello con la presencia de la voluntad en él, volverse a la nada. Sin embargo, dirá él, el suicidio no es adecuado, porque no nos procura la nada. Suprime un fenómeno temporal e individual, pero no alcanza a nuestro ser en su esencia (la voluntad) que es indestructible y que existe independientemente de todas sus manifestaciones. Por otra parte el suicidio no es una negación de la voluntad de vivir sino una total afirmación de ella: «Quien se da muerte quisiera vivir, sólo está descontento de las condiciones de su vida. Por consiguinete, al destruir al cuerpo no se renuncia a la voluntad de vivir, sino tan solo a una forma simple en que se manifiesta.»

Al margen de la muerte, hay en la vida dos aspectos que nos procuran cierto grado de tranquilidad y de paz, por ser acciones que hacen que el hombre se desprenda de su YO y con ello de su voluntad, sin emabargo son solo lenitivos pasajeros pues, como se dijo, solo la muerte nos despoja totalmente de nuestro ser, estos aspectos de la vida son el arte y la compasión.

En el arte el hombre eyacula ese impulso de voluntad en una creación, en una obra exterior, extrapone su ser en un objeto fuera de sí mismo y con ello se libera de la voluntad. Por otra parte, la persona que contempla una obra también sufre tal efecto: al hacerlo se despoja de sí mismo para perderse en la obra, el contemplar una creación artística es sentirla, entregarse a ella, destruirse a sí mismo y volverse a encontrar pero en la obra, lejos del YO. La múscia ocupa el lugar ponderante en el arte para este fin, pues ella nos evoca por sí misma sensaciones, la música no necesita de palabras ni de figuras, no hay mediaciones entre ella y el espectador, el efecto es directo. Sin embargo, el efecto estético desaparece pues finalmente se circunscribe a una obra concreta, por lo que la voluntad vuelve a aparecer.

Compasión es olvidarse de sí mismo para volverse en los demás. El echo de despojarse del sí mismo signica desprenderse de su voluntad y de todo deseo personal. Sin embargo esto no lo hace el hombre por una noble filantropía, es el egoísmo del querer la paz para sí mismo lo que motiva a tal acción, por eso mismo la voluntad volverá a surgir.

Todo esto significa que la única forma de que en la vida se pueda lograr paz es el ascetismo, olvidarse del mundo, desinterarse por lo que los sentidos ofrecen, pues ellos son la puerta del deseo, origen del dolor.